
Todo terminó, pudimos ser felices toda la tarde, pero un reloj salvaje deshizo al sol tiñendo burbujas de naranja. Fue para decir adiós que me senté sobre tu falda.
Estaba despidiéndome, aunque vos no lo sabías- igual te quedaste blando, mirándome a los ojos… y me contestaste con tres besos dulces: desnudándome al sol, mientras te oigo luchar con unos parlantes que ya no andan (me sentí tan bien que llegué a pensar: "Podemos ser felices toda la tarde arañando un poco la guitarra" -y tratando de dejar que algo de paz se cuele en tu cerebro- )